16 de Mayo de 1988. Halabja, Irak.
Bajo el comando de Saddam Hussein y perpetrado por el popularmente conocido Ali “El Químico”, se destinaron 450 bombas de gas tóxico con fin de exterminar la mayor cantidad de Kurdos en un instante. 5000 murieron y 10.000 resultaron heridos. Una ciudad entera desaparecida en un santiamén. El genocidio estaba en marcha. Hasta dicho pueblo me acerqué para visitar su museo del horror. Una de las imágenes que recorrieron el mundo, fue la de una camioneta cargada con 30 personas que murieron intentando escapar. Todos los medios de Occidente hicieron eco de esa fotografía. El gas mostaza los había alcanzado sin aviso. No llegaron ni a la esquina. Pero hubo 4 sobrevivientes de esa Dodge que no se sabe muy bien por qué lograron seguir adelante. Uno de ellos quedó ciego durante 6 meses hasta que una tarde, milagrosamente recuperó la vista. Primero vi la recordada foto. Luego una maqueta recreativa. Seguido de esto, sorpresa fue la mía al ver la pick-up original guardada como parte de la exhibición. Pero la cereza de la torta de nuevos conocimientos, vino de la mano de Mahmoud, uno de los 4 sobrevivientes que como testimonio del dolor, se presta para recrear mediante palabras ese fatídico día cruel (es uno de los que están sentados contra la pared a la izquierda del vehículo). Nunca estuve en una exhibición tan realista y precisa, donde incluso los testigos cobran vida y responden preguntas. Lo felicité y le agradecí su anécdota imborrable. “Gracias por tu valentía y coraje”.
Creo que hoy mi cerebro debe pesar 1 o 2 gramos más, es que los nuevos conceptos introducidos no son ligeros. Nada más lindo que aprender viviendo. Nada más bueno que seguir vivo. Historias que perduran.