En 1870, Zanzibar no solo era un importante puerto en la ruta del comercio de esclavos, sino que también se convertiría en un epicentro de lucha que impregnaria sus calles, el cielo y el ADN de sus habitantes. Los barcos partían hacia Inglaterra, pero la verdadera carga que llevaban era un espíritu de liberación que persiste hasta hoy. Cada hora, cada día, en la playa de Zanzibar, los jóvenes realizan saltos acrobáticos por los aires, como una celebración perpetua de la vida. Cuando le pregunté a un amigo tanzano el motivo detrás de estos saltos, me respondió con una sonrisa amplia: «Están celebrando la libertad, 150 años después.»
Dicen que no hay nada como la sensación de liberación que se experimenta al saltar. Doy fe.