La verdad que cuando uno disfruta de conocer lugares nuevos, no necesita de grandes estímulos para pasarla bien. Sacando la excentricidad (esa que me acompaña siempre) de ir a pasear por un rato a otra ciudad en avión y volver para la cena (lo admito, soy diferente) no hace falta un suntuoso despliegue tecnológico o monetario para entretenerse. Uno experimenta con aquellos elementos que están a su alcance y mediante los cuales puede vivir de la manera que le guste, sin complicaciones ni restricciones mentales. Quizás otra persona sea feliz simplemente andando en bicicleta o durmiendo una siesta bajo el sol, tirado en el pasto. No todo pasa por el valor económico en sí mismo, sino por la manifestación de pensamientos afirmativos que uno atraiga. Los elementos materiales, financieros y otros desangrados del capitalismo moderno, simplemente se amoldan con nuestra idealización mental al llamarlos, manifestándose físicamente sólo para facilitar lo que uno tanto desea concretar. Yo tenía ganas de ir a dar una vuelta a un lugar nuevo (es que soy callejero de alma). No importaba dónde, solo quería pasarla bien. Lo desee. Lo imaginé en mi cabeza. Sin etiqueta ni dirección, solo un sitio donde uno esté contento con la persona que tiene al lado. ¡Oh casualidad! Mi mujer entró a trabajar en una aerolínea que nos dió los pasajes gratis, justo teníamos el día libre y esa tarde de otoño se despejó, subió la temperatura y Bahía Blanca nos regaló un muy lindo momento.
Caminamos por el centro, conocimos un par de galerías raras y nos sentamos en un banquito en la Plaza Rivadavia a comer unas deliciosas empanadas que compramos por ahí. Me reí mucho de los inusuales nombres que tienen las calles en esa ciudad, siendo “Blandengues” una de las que encabeza la lista del top bizarro de títulos viales (la sigue de cerca “M’ hijo el dotor” de Punta del Este, Uruguay).
No tenía dinero. Solo pasajes de avión gratis, un día soleado y un alma gentil que nos invitó a desempolvar la historia de su ciudad. Eso sí, compré las empanadas (4 de carne y 2 de jamón y queso) y tuvimos un día lleno de alegría. Con desearlo, alcanza. Lo demás se circunscribe para dártelo en bandeja. La plata es solo un instrumento, no el fin en sí mismo. No hace falta la acumulación de capital en sí para vivir plenamente, ahí reside la principal equivocación de las almas perdidas (¡encuéntrense!).