Era en un tren que fue creado durante la fiebre del oro de fines del siglo XIX para poder llegar hasta los emplazamientos donde se buscaban las brillantes pepitas y también la salvación eterna, que finalmente duró menos de dos años y el sobre poblamiento de ávidos buscadores sobresaturó el recurso natural cual migración argenta hacia el viejo continente en los 90’ (¡aguante Alicante!).
El recorrido se adentra en territorio canadiense hasta la ciudad de White Horse que es la primera en la frontera, pasando por unos lugares alucinantes entre puentes colgantes, nieve, ríos y ¡¡OSOS!! (nunca había visto uno tan de cerca en su hábitat natural y la verdad es que después de eso me confieso fanático de Pooh).
Miré por la ventanilla de ese tren en movimiento. El mismo recorrido que hacían los buscadores de metales preciosos en épocas de “westerns”. El mismo camino de salvación que frecuentaban los forajidos mientras se escapaban de la ley. El mismo rompecabezas de 300 piezas que arma alguien en el living de su casa en el siglo XXI. Los tiempos cambian. La imagen no se altera.
White Pass – Alaska