Al llegar al pacífico parque pude ver inmediatamente el origen de todo, como un inodoro succionando el agua o un agujero negro chupando el universo; una serie de rockers, hippies, bohemios y gente como uno caminando lenta y tranquilamente en línea, cual feligreses llegando a Santiago de Compostela. El pequeño homenaje al zurdo que cambio la forma de componer rock, es muy formal y hasta notoriamente organizado, prevaleciendo un bello canterito que rodea una glorieta, bancos y placas de sus familiares que acogen al genio que ahora puede descansar en paz. Una vieja hippie, de unos 54 pirulos, estaba parada delante como señorita maestra del rock, contándole a otros seres humanos cómo vivió su experiencia en el Woodstock original del 69′ entre marihuana, sexo sin sida y Jimi hipnotizando con sus riffs endemoniados (la señora parecía recatada, pero hablaba y te dabas cuenta de que tenía más historias que Landrisina luego de ingerir el suero de la verdad).