Eran las cinco de la tarde y me sirvieron una tacita de té keniano con unos scones recién horneados. Me senté en el balcón y no paraba de deleitarme con los animales silvestres, mientras me preocupaba por buscar azúcar negra en lugar de blanca (es más sana). Mi felicidad era desbordante. Un entorno natural con animales en su estado puro y sin rejas. Un emplazamiento privilegiado, un atardecer soñado y un té delicioso. Ah, casi me olvidaba: mi querido San Lorenzo acababa de ganar por primera vez en su historia la Copa Libertadores de América hacía solo unas horas. Me puse mi casaca “azulgrana”, crucé miradas con un inmenso y hermoso animal, empiné mi tazón y le agradecí a las energías inagotables del Universo por obsequiarme ese instante de bonanza. Uno genera su propia realidad con su propia mente, ese instante de mi vida, superó ampliamente cualquier deseo imaginable. Gracias.
Pensar que hacía casi dos años me estaba colando disfrazado de policía al “Nuevo Gasómetro” para hacerle el aguante y ver zafar a mi equipo del descenso y hoy, estoy festejando una copa internacional “engualichada” junto a un montón de elefantes kenianos y el poder celestial de un Papa cuervo (si me lo contaban dos inviernos atrás, los mandaba a todos a cagar, por delirantes).
¡HAKUNA MATATA CICLON!