Aproveché que justo sonó la campana del recreo para revivir viejos momentos personales y sentarme en el fondo del aula, hacerme un “machete”, sacudir alguna tiza y mirarle las gomas a la señorita, pero me di cuenta que ya no era lo mismo, debido a que llamaba demasiado la atención y el factor “anonimato” resultaba imposible.
Los jóvenes y no tanto, formaron fila y entonaron el himno nacional a lo que me sumé en la formación (en medio de una revoltina desordenada estilo “pogo” de recital) y luego de sacarme unas fotos formato viaje de egresados y de vivir un flashback bizarro de “Socorro quinto año” a la africana, me hice el boludo lenta y sigilosamente para hacerme “la rata” y escaparme un ratito a la playa (ya dije que tenía problemas de concentración y una tendencia natural a desafiar a la autoridad ¿no?).