Detrás de la cima, a tan solo un par de kilómetros, se encuentra un panorama totalmente opuesto. Allí hay miseria, hambre y dolor. Allá la vida no vale nada y el pasar una noche sin que te caiga un bombazo en la cabeza es un verdadero milagro. De ese otro lado de la pradera, está Siria. De este, Líbano. Acá la gente la pasa mejor y vive una realidad totalmente diferente. Salen de joda, están pendientes de la última moda europea y no pueden vivir si no tienen el nuevo IPhone 1000. Dicotomías de la vida moderna. Paradojas de un mundo bizarro.
Entre surfeada y surfeada se me pasó el tiempo volando y llegue a la última silla de elevación. Me bajé y la apagaron justo detrás mío, notificándome de que era el último en la montaña (me estaban esperando). Decirle al muchacho «Khali Walli» (ya fue) y deslizarte por esa ola de hielo eterna, fue impagable. Ese día que snowbordie en un país árabe.
¡Surfeando una realidad antagónica bajo cero!