Contemplaba el infinito. La grandeza e inmensidad me dejaban sin palabras. La belleza era abrumadora y mis pensamientos también. En los últimos meses, una misma frase proveniente de diferentes mujeres me volvía a la mente una y otra vez como boomerang rayado y sin saber por qué. Distintas amigas me comentaban reiteradamente que si un tipo es gay entonces es “un desperdicio de hombre”. La verdad que nunca entendí con exactitud qué es lo que querían decir con eso. ¿Por qué un flaco que no le daría bola pasa inmediatamente a ser descartable? Y yo que soy heterosexual y tampoco le daría pelota (por el motivo que fuese) ¿también entro en categoría de basurabilidad? Volví a perderme en la belleza de ese paisaje. La altura del acantilado me petrificaba, pero al mismo tiempo me deslumbraba. En ese instante me iluminé: ¡Eureka! ¡Creo haberlo entendido! Que una mujer sienta que ese “sex symbol” es un “desperdicio” por ser gay, es más o menos lo mismo que me pasa a mí, ¡cuando me como un pechito de cerdo tiernizado y me acuerdo de uno de mis amigos vegetarianos!
El paisaje inspira.