A lo largo de mi épico viaje mundial, en una década exacta de rotation global, de entre cientos de nacionalidades y miles de personas, conocí un único bosnio. Ni uno más, ni uno menos. Me dijo que si alguna vez visitaba su país, debía casi por obligación conocer un antiguo pueblo. “Te va a volar la cabeza, despliega arte en cada rincón y es una invitación para la fotografía”. Cuánta razón tenía. La localidad de MOSTAR acaba de entrar directamente en mi top 20 de ciudades favoritas.
Las esquinas están en todas partes. En el barrio, en el centro y del otro lado de la vía. Siempre hay esquinas. Donde aguardan los taxistas; donde está el kiosco de “Oscar” y donde por las noches paran las chicas en minifalda. Hay esquinas lindas y otras tapadas de basura. Hay unas bien abiertas y otras que no dejan ver del otro lado. Pero las que atrapan mi atención son las del Imperio Otomano en el actual territorio de Bosnia & Herzegovina. Esas son diferentes. Esas son únicas.
“Te encuentro en la esquina del puente de Mostar”.