Deslumbrado por una ciudad alucinante, que no deja de impactarme cada vez que mis ganas me llevan a pasear por ese enquilombado panal de abejas chinitas, me subí a un tren que respondía a mis interrogantes de cómo se hace para abastecer una red de transporte para una ciudad de más de 25 millones de habitantes. Me demostró fehacientemente que los vagones de dicho medio, son algo así como infinitos, pudiendo uno pararse en el comienzo del anden y directamente no ver el otro fin y de similar manera, subirse a los primeros vagones y no encontrar punto de consumación a la vista (si se implementasen esos móviles en Argentina, los vendedores ambulantes, en el tiempo que les lleva hacer una línea entera, se encontrarían con que al finalizar perdieron plata, ya que durante el trascurso de un vagón a otro el precio del dólar habría bajado 5 centavos).
Plazo fijo mejor.