Ya había estado varias veces en Shangai y cada incursión a China me arroja las mismas conclusiones (por lo menos mantengo la coherencia). Los chinos están siempre apurados. Se la pasan corriendo de un lado a otro sin saber muy bien por qué. No te entienden, no los entendes y cada interacción resulta más complicada que tratar de descifrar el significado de la letra de una canción de los Babasonicos. Les decís “NO” y no entienden. Les moves la cabeza y les indicas con el dedo la simbología de la negación (NO) y te miran perplejos. Les asentís con la cabeza diciendo “SI” y no tienen idea de que les estas queriendo transmitir. Les pedís “una” o “dos” unidades con los dedos levantados y se quedan atónitos. NO ENTIENDEN EL CONCEPTO DE LA CANTIDAD OCCIDENTAL. A la mierda la idea de pedir “Una Brahma bien helada por favor”. Todo es difícil y complejo. Lo normal para uno resulta un refugio de alienación para el oriental. Somos tan diferentes. En ese momento en que me desesperaba por no lograr hacerme entender, ni entenderlos, ni nada de nada, fue donde se me cruzó por la cabeza una pregunta importantísima: “Que haría Carlos Tevez en sus ratos libres cuando no estaba jugando al fútbol en el Shangai Shenhua?”. ¡Se la debía pasar encerrado en la casa escuchando Yerba Brava! ¡Pobre Carlitos, debe tener un embole bárbaro!
¡Cuando quieras nos juntamos a jugar al truco o a la play fenómeno!
