Hubo una época pasada donde viví en Buenos Aires. El barrio de Palermo era mi hogar y cuando me tocaba ir a laburar, caminaba hasta Av. Santa Fe para tomarme el subte (en aquella época en que salía 3.50 ¿recuerdan?). Siempre pasaba por una pequeña plazoleta cuyo mayor atractivo, era una especie de monumento medio decrépito. “Monte Ararat” leía al pasar. Una y otra vez, ahí estaba firme. Una tarde, cansado de ver ese nombre durante meses, decidí buscarlo en Google. Era un lugar en Armenia con una importante connotación religiosa (¡por eso era que no tenía ni idea que era!). Este febrero pasado se cumplieron 7 años de esa vida furiosa porteña olvidada. Este pasado febrero, me di cuenta, sin querer queriendo de que fui hasta ahí, subí hasta arriba del todo y me tiré en una tabla de snowboard (de Noe ni noticias).
De la teoría a la práctica hay solo 13.422 km, muchas ganas y un espíritu bizarro.