Chequeaba unos mails en mi compu antes de salir a dar una vuelta por un lugar atípico. Noticias varias corroían mi pantalla que repercutían en una coacción en mis retinas. La Ruta del Dinero K; El paro decente; Los bolsos de Lopez y las monjas cómplices; andar en tetas o tapado; Los ajustes de Macri; ¿Cuánto aumentó la luz? ¿Hoy que me pongo?; ¿Llevo paraguas? ¿Porque Pipita no la emboca? ¿Porque se ofende Pampita? ¿Porque nadie habla más del Ice bucket challenge? ¿Porque el hijo de Pettinato se parece a Michael Jackson? ¡BASTA! Paré una motoneta y le dije al nepalí que me lleve bien lejos. Subí una colina, crucé un par de arroyos y llegué a un templo sagrado. Ahí habitan los Sadhu u “hombres santos” hinduistas. Duermen en nichos o cuevas naturales esculpidas en una montaña. Tienen una vida muy simple. Se divide en: meditar, hacer yoga, fumar marihuana y volver a empezar el día. Una y otra vez. Meditar, fumar, yoga, dormir. Su mirada tranquila me demostraba un estado de paz infinito contra la locura que trataba de exorcizar de mi mente infestada. Lo saludé y nos miramos atentamente. Cuanta sabiduría. Inmutable.
Hora del replanteo: ¿quién es el que está loco y quien es el cuerdo?
