Fue hace mucho tiempo. Muchísimo. Caminaba y no dejaba de incorporar conocimientos en cada metro nuevo avanzado. Todo era distinto. Las casitas, el paisaje agreste, los kayaks y la gente. Las personas eran muy simpáticas y diferentes a todos los demás. ¡Eran esquimales! ¡Estaba en Groenlandia!
Una niña me saluda desde una casa y me detengo a tomarle una fotografía. En mi mente, me gusta ponerle un título a cada imagen que retrato. A esta, la llamé “Sonrisa Esquimal”. La evolución humana siguió su camino y junto a ella, la tecnología. Un día la internet fue tan abundante como el aire. Una noche se inundó el planeta de algo novedoso llamado “redes sociales”. Una cosa llevó a la otra, después de todo; ¿no se trataba de evolución? Una tarde del futuro, en otro país, en otro continente, en otra realidad, subí esa foto en Instagram (no lo hice antes porque aún no se había inventado). A los pocos días, me sorprendió un mensaje de una joven. Era una muchacha que, al ver la foto, sintió la necesidad de preguntarme el año en que fue tomada, ya que creía ser ella misma cuando era tan solo una niña. Haciendo cálculos, pude dilucidar que había sido en el verano del hemisferio norte del 2009. ¡Qué sorpresa! ¡Era ella! ¡La sonrisa esquimal! Mi asombro fue tan solo igualado por su felicidad. Me comenta que no tenía muchos retratos de cuando era pequeña y ahora, ¡tenía uno nuevo! Su nombre es Uiloq.
Me resulta fascinante como uno inconscientemente influye de alguna manera u otra en cada alma con la que interactúa. No importa dónde, no importa cuándo. Ella quizás habría deseado tanto tener un recuerdo de su infancia que su vibración energética la encontró, una década mas tarde. Así como Leonardo Da Vinci le puso nombre a su pintura de la famosa dama, yo ahora sin querer queriendo, le encontré la identidad a la memorable sonrisa del círculo polar ártico.
La Gioconda – Mona Lisa / Sonrisa Esquimal – Uiloq