Básicamente un museo de saleros y pimenteros es un garage donde un tipo fue acumulando su obsesión por comprar saleros y pimenteros de souvenir en cada lugar al que iba. Años más tarde, imagino a su mujer diciéndole: “ordená toda esta cachirulada o te los tiro a la mierda”. 20.000 frasquitos más tarde, la ocurrencia tomó forma en Larnaca – Chipre, para exhibir orgullosamente su amor por el clorudo de sodio ante el mundo (el colmo hubiese sido que le agarrase hipertensión arterial y tuviese que aflojar con la sal en las comidas).
La pinacoteca de originalidad me llamaba a la reflexión. ¿Como harán para limpiar cada recipiente? ¿Con un plumero? ¿Con una aspiradora? ¿Y si se les va la mano y se les aspira alguno? Repentinamente se me cruzó la idea de ponerme a buscar a ver si tenían los mismos que tengo yo en casa: “La parejita del Fantasmita y Pac-Man”. A que no los tienen… ¡Caramba! ¡Si los tienen! ¡O sea que en la alacena tengo una pieza de museo! Sería como contar con un Van Gogh listo para condimentar el pastel de papas…
Museos Bizarros.