Finalmente y luego de emprender un safari por la jungla urbana, llegué al MERCADO DEL FETICHE que lejos estaba de albergar muñecas inflables, máscaras sadomasoquistas y prolongadores peneanos. En su lugar, daba espacio a una de las ferias más bizarras a las que había acudido en mi vida. En la entrada nos recibió otro “amigo” (sigo sumando), pero este medía como 2 metros, era gordo y con mucha cara de malo (de esas personas con las que uno jode poco). Luego de un amable intercambio de diversas opiniones y de comentarle al “amigo” que a esta altura, después de haber ido a la cancha a ver dos ascensos a primera B nacional entre Aldosivi y Alvarado de Mar del Plata, ser corrido por barrabravas, policías con balas de goma y gases lacrimógenos, nada me iba a espantar demasiado, por lo que “amigablemente” y siempre en un fluido dialogo libre de tensiones, llegamos a un bondadoso acuerdo de reducir dicha tarifa para contar así con la bendición eterna del patovica del “Fetish Market” (y pensar que una vez me rebotaron de Maremoto Bailable por no tener zapatitos).
Después de que un muchachito me persiguiese con un muñeco con dientes humanos incrustados en todo el cuerpito, con dos tiernos ojitos de perro pegados en su rostro y un suave mechón de pelo humano reseco asomándose de su extremidad superior, terminé por saciar mi apetito bizarro y opté por volver a mi casita itinerante, que me esperaba para hacer jornada laboral cortada ya que ese día tenía que abrir la oficina a la tarde. El “amigo” cansado de mis evasivas, negaciones y respuestas irónicas del estilo “en realidad estoy buscando uno Pequeño Pony para mi sobrinita”, me sacudió el mechón de pelo de su tierna “Barbie Magia Negra” (hay que abrir el mercado ante nuevas demandas) y me agració con algún tipo de maldición verbal irrepetible que creo surtió efecto y tuvo una repercusión de calvicie y canas en mi laterales…¡pará…eso ya lo tenía de antes!…Entonces, sólo me dieron cosquillas y muchas ganas de ir al baño…