Uno avanza de diversas maneras. A algunos les cuesta y a otros no tanto. Unos nacen en cuna de oro y otros crecen en un catre arrojado en el fondo de una casa de empeño. Algunos solo atraen suerte y otros la buscan en el hipódromo. Hay quienes consiguen codearse con los individuos adecuados y también están los que invariablemente se juntan con los equivocados. Yo creo que no pertenezco a ninguno de estos, es más, hasta hace poco, pensé que no pertenecía a este planeta. Es que todo me pasa subitamente y sin explicación previa. Todos tienen una marca o un condicionante que los acompaña desde el arribo a esta era terrestre. A unos los sigue la desgracia, a otros la fama y en mi caso puntual, me persigue ese orden de sucesos poco coherentes, salidos de lo normal, donde prevalece lo inexplicable o bien, resalta lo extravagante y fuera de lo común: ¡lo bizarro!
Si bien los eventos cargados de excentricidad fueron creciendo exponencialmente con el tiempo, aumentando su intensidad hasta convertirse en BBB (triple B de bizarro), siempre quedó la duda de saber si estos se comportaban de forma cíclica, lineal o simplemente aleatorios. El encontrar una manera de registrar, contabilizar y mantener un órden estadístico de los episodios anómalos fue casi una necesidad inevitable, que pedía a gritos un lugar en esta dimensión cuántica. El Sistema Métrico Bizarro (SMB) nace como un método para poder constatar empíricamente los fenómenos a lo largo de una franja determinada de tiempo para así, cotejar su periodicidad, aumento o disminución y comportamiento, cual fórmula macroeconómica.
La unidad de medición será la que surge de dividir el número de eventos bizarros por una unidad métrica de tiempo (Bzr/Tpo). Si el evento sobrenatural ocurre en más de una ocasión en un mismo minuto, se estaría frente a un Bizarro x Minuto (BPM). Esta contingencia es de las más difíciles de encontrar, ya que la eventualidad de toparse en 60 segundos con DOS hechos resulta casi imposible (pozo vacante en mi caso). Si sumamos un segundo fenómeno pasado el minuto, estaríamos ante un Bizarro x Hora (BPH) e incrementando la lista después, seguiríamos con un Bizarro x Día (BPD). Se continuaría con la escala al alcanzar el Bizarro por Semana (BPS) y así hasta el Bizarro por Mes (BPME). Finalmente, la progresión métrica tendría su límite o tope en el Bizarro por Año (BPA), desde donde se podría verificar una medida suficiente de incidentes para establecer un análisis comparativo de relevancia.
Para ejemplificar la BIZARROLOGIA (o Sistema Métrico Bizarro – SMB) me remontaré a los últimos eventos ocurridos en mi vida. Todas las efemérides, personajes y locaciones son demasiado reales y aunque quisiera creer que no lo son, las fotografías, los testigos y mis imágenes mentales perturbadoras me lo impiden. Las siguientes vivencias tomaron espacio en el mes de Junio del 2012, en los confines del Mundito Tierra.
Buenos Aires, Argentina. Lunes 11.
Me encontraba armando la mochila para irme a Retiro y tomarme un bus hacia Mar del Plata a rendir un examen que tenía pautado con anterioridad y para el cual, me encontraba estudiando hacía más de una semana. De golpe, un mail precoz me alerta que dicha evaluación se había postergado hacia una futura nueva fecha y que ahora, mi test había sido suspendido. Llamé a mi novia para comentarle el acontecimiento y ella, que tenía acordado un periplo a horas de cometerse junto a una amiga, me invita a sumarme a dicha aventura express. En un suspiro pasé de estar yéndome a “La Feliz”, para estar subiéndome a un avión con destino Cancún (BPH = 1).
Cancún, México. Martes 12.
A minutitos de llegar a la Riviera Maya y aún sacudiéndome el jet-lag de encima, nos adentramos en una visita a amigos mexicanos que nos pasaron a buscar por el aeropuerto (es muy divertido, se aterriza entre palmeras). A continuación, nos sumamos a un baile exótico producto de un videojuego de Xbox Kinect, en el cual uno tiene que seguir los pasitos de danza que le muestra un modelo robotizado. Transpiración y movimientos de pelvis esquizofrénicos más tarde, nos desplazamos hacia Playa del Carmen a unos 70 km aproximadamente, donde un relaciones públicas de la peatonal Azteca nos invitó generosamente a conocer un boliche prometedor. Con la desconfianza que me caracteriza y las experiencias pasadas vividas al caminar por la peatonal marplatense durante un día de semana de enero a la 1:00 am y saber con qué tipo de fauna me podría encontrar si me hicieran la misma invitación (en “Al Diablo” bailando junto a una estatua viviente de la costa en tanga por ejemplo) acepté las entradas de mala gana. Sorpresa fue la que me llevé al ingresar a “Coco Bongo” y ver que la discoteca estallaba de glamour, energía y lo que me pareció hasta ese momento, una performance en vivo de una banda llamada LMFAO (la cruda verdad me golpearía, advirtiéndome que era solo una fina imitación mexicana con acento gringo). El transmutar de un baile virtual en un enclave mexicano hacia otro en una hora e inmediatamente ingresar gratis (la entrada tenía un costo de USD 70), vaya uno a saber por qué, a una disco a todo trapo que explotaba, califica como BPH = 1.
Playa del Carmen, México. Jueves 14. 10:00 hr.
Estaba disfrutando de un bello instante al sol. Si bien conocía la costa mexicana del Pacífico, nunca había estado en la del Caribe, lo que arroja diferencias notorias. En aquella el agua es fría y sucia, la arena es medio amorronada y el paisaje es bastante árido. De este lado en cambio, la fauna es exuberante, el agua cristalina y la temperatura ideal para chapotear. Tal fue el caso que ya había perdido la cuenta de hacía cuánto estaba nadando y haciendo la plancha alegremente. De repente, me incorporé para retirarme del mar ya que las arrugas en mi piel me lo hacían saber. Un bulto se me asomaba a la altura de la cola, por debajo de mi malla y al tocarlo, se hundía y volvía a inflarse como si fuese uno de esos muñequitos anti-stress que se aprietan para bajar los decibeles. La textura y el tamaño era similar a una pelotita de squash a lo que asustado, comencé a bajarme el traje de baño para descubrir qué era esa protuberancia que se asomaba desde mi trasero. Al llegar al calzoncillo me encontré con un pequeño ser de ojos saltones y forma redondeada que me miraba con expresión de: ¡SACAME DE ACA URGENTE POR FAVOR! Un PEZ GLOBO acababa de asomarse de entre mis cantos (todavía no entiendo cómo se metió) para saltar de mis calzones cual “Liberen a Willy” y retornar a su ambiente junto a Calamardo y sus amigos. Un mago puede sacar una paloma de una galera, pero solo un “bizarro” puede sacarse un pez globo del culo. Pobre bicho…habría que ver qué sentiría uno si se metiese por equivocación por colectora en el acceso erróneo y terminase dentro del ano de un pez…
Lima, Peru. Mismo día. 22:00 hr.
Mi viaje relámpago había llegado a su fin y me disponía a retornar a casa. Un aeropuerto más pasaba y la rutina del counter de aerolínea, mostrar el pasaporte y pasar la mochila por los Rayos X, se hacía rutinario y previsible cual mural del “Vía Crucis” en paredes laterales de una iglesia (podrían hacer algo nuevo para variar, como una viñeta de Fontanarrosa). Estaba sentado en la sala de embarque contemplando las aeronaves (siempre me fascinaron). De un periquete a otro, escucho mi apellido por los parlantes, indicándome que me presente en la puerta 12 lo antes posible (se está haciendo moneda corriente últimamente y no me gusta nada). Resulta que al tener pasajes liberados y estar sujeto a disponibilidad (si hay lugar te subís, sino…que el suelo del aeropuerto te siente cómodo) uno tiene menos derechos que los de un pasajero que pagó el ticket (a avión regalado no se le miran las alas) y por este motivo, ante cualquier eventualidad el primero en ser afectado, es aquel que viaja “stand by” (gratarola, de garrón, de arriba o como lo quieran llamar). En esta oportunidad, se había manifestado un inconveniente de logística y parecería ser que le habían pifiado fiero en el cálculo del catering y por ende, alguien se quedaría sin comida…adivinen quién… A uno le pueden meter la mano encima de muchas maneras, es decir, le das indicaciones al peluquero de que deje más cortito en los laterales y un poco más largo arriba y éste hace lo que se le canta la regalada gana, metiéndote patillas y un “brushing divino”; tu mujer te mete los cuernos con un terraplanista; Estela Raval deja a los Cinco Latinos desempleados. En fin, la lista puede ser infinita. Pero con lo que no se jode, es con el alimento de uno. Hay cosas sagradas que son inmaculadas. La comida de un viajero hambriento es la ley primera. Pero más indignante es que te hagan firmar una planilla donde aclara que “EL PASAJERO RENUNCIA A SU DERECHO DE EXIGIR COMIDA” (quiero a mi abogado…mejor dicho, quiero tres empanadas de carne y una capresse). Odiado, me subí con un sandwichito que adquirí en el cafecito del aeropuerto y se lo mostré a la aeromoza de manera desafiante al entrar: “traje mi propia vianda (lero lero)”. Un pez salido de las profundidades y la firma de un documento que exime al contratante de pedir comida, totalizan una cantidad de BPD = 2.
Buenos Aires, Argentina. Domingo 17. 20:00 hr.
Ser hincha de un equipo de los cuales se denomina “grandes” ya no tiene estabilidad o plazo fijo en donde el exitismo, marca una estadía en una división y el incomprensible promedio denota su bajada estrepitosa. Ya nada era lógico y aceptándolo como tal, traté de poner la mente en un vacío nebular y el corazón en modo pétreo. Me senté delante del televisor para ver un partido de fútbol, o mejor dicho, varios en sincronía. Ninguno era el de mi conjunto, ya que el Ciclón ya había jugado previamente y a nadie le importaba ese resultado, sino más bien, el de los otros equipos que jugaban el campeonato de los mediocres en orden de pelear por la permanencia en primera división.
Juro que le ponía onda, trataba de cerrar los ojos y pensar que era imposible que el CASLA esté seriamente comprometido en irse a la B. Aprendí a creer en los milagros y de a ratos demostraba un optimismo ciego/delirante como Claudio María Domínguez frente a un amanecer imponente (el milagro de la vida). Lo disparatado de la situación era que mientras miraba ese partido entre dos equipos que quizás jamás me hubiese sentado a ver, cada gol que metía uno u otro, hacía que aparezca inmediatamente un cuadro en el ángulo inferior izquierdo de la pantalla. El mismo mostraba a San Lorenzo en rojo descendido directamente (solo faltaba la música dramática acompañando) para, 10 minutos más tarde y ante un gol del rival volver a aparecer, pero ahora totalmente fuera de peligro y por poco más clasificado para alguna Copa (todo rodeado de color verde triunfante). Lo descolocante de la situación era que MI equipo ni siquiera estaba jugando, pero increíblemente afrontando un gol de cualquiera de los otros dos, estiraba el cogote tomando aire como el pez globo dentro de mis pompis y en cuestión de segundos, volvía a ahogarse por un descuido de la defensa adversaria. El campeonato argentino es sin dudas un BPD = 1.
Ezeiza, Argentina. Martes 19. 7:00 hr.
Estaba en la ventanilla de migraciones, presentando mi pasaporte con fin de partir hacia una nueva aventura. De golpe, a mis espaldas (en la ventanilla opuesta a mi) un cholulo agente exclama: “¿Cómo anda Macaya? ¿Viaja por trabajo?” y unas canas amigables y conocidas respondieron: “Así es, me voy a cubrir el partido de la Copa”. Aquel viejo comentarista deportivo famoso por estar “crazy”, se encontraba detrás mío, por lo que luego de una foto para la posteridad y un cándido saludo, supuse que se dirigiría hacia Santiago de Chile para comentar el partido entre Boca y la U de Chile, que tomaría lugar dentro de 48 horas. Sorpresa fue la mía, cuando lo veo a Enrique Macaya Márquez subirse a MI mismo avión rumbo a PERU. ¿Se habrá equivocado de vuelo? ¿Estará crazy de verdad? ¿Luego de su separación de Marcelo Araujo, habrá perdido la brújula? (BPD = 1)
Bogotá, Colombia. Jueves 21. 13:00 hr.
Caminaba por el barrio “La Candelaria” absorbido por tanta historia y colores que invitaban al fotógrafo del alma a sacar pixeles hasta más no poder. Un aire medio lejano a San Telmo, pero con olor a Rumba inundaba los pulmones con el andar, donde una predominante cuantía de seres que rompen con la media natural de cordura se hacía notar. Hace casi más de un año que vivo en Buenos Aires y para que a un inquilino de la ciudad de la furia le llame la atención el elevado porcentaje de freaks, bohemios, hippies, rastafaris y loquitos que simplemente le hablan al aire, se pelean con un árbol o le recitan poesía a un banco de plaza; es para tener en cuenta. Inundándome en la cultura, saciaba a cuentagotas mi “apetico” de conocimiento al pasear por el Museo de Botero o el Museo del Oro, empujando mi saber un pasito más hacia adelante. El sentimiento precolombino me guiaba por entre callejuelas de adoquines torcidos hacia la plaza central Simón Bolivar. La Catedral y su Casa de Gobierno sin embargo, no parecían resaltar ni imponer una imagen de solemnidad dentro del cuadrilátero principal, debido a que no se dejaban ver con claridad. La pasión prehispánica y el sentir latinoamericano pasaron a segundo plano pegándome una bofeteada al invadir mis flancos con más de 2000 skaters que se habían reunido en ese nódulo estratégico, para dar celebración al DIA NACIONAL DEL SKATE COLOMBIANO. A la mierda con el sentimentalismo y la erudición Sudamericana. Miles de jóvenes hacían piruetas en sus skates, rodeando a señoras sexagenarias que poco entendían qué carajo significaba tirar un “flip”, o que su máxima adaptación corriente era estar al tanto de algún éxito de Juanes, más que de las locuras de un tal “Bam Margera”. Había tipos disfrazados de superhéroes en patineta; un general del ejército que estaba totalmente loco y les daba indicaciones de artillería a la nueva y más reciente generación de “rolos” (o bogotanos); un tipo que paseaba una llama y una serie de homeless que solo pasaban por ahí y sin entender demasiado, se sumaban al delirio de los roller-boys, bailando y levantando sus prótesis o bastones bien alto. En medio de todo ese divague, aparecieron cientos de viejos desplazando de a poco a los defensores de los rulemanes, invadiendo su espacio ahora con pancartas y afiches que instigaban a la jefatura a mejorar los salarios de los jubilados y pensionados. Un choque generacional dentro de una aculturación exótica me dejó absorto y sin palabras, siendo la imagen tan confusa como ver a los ¡Beastie Boys en una carroza del carnaval de Gualeguaychú! (BPD = 1)
Isla San Andrés, Colombia. Viernes 22. 10:30 hr.
El arribo al caribe colombiano era necesario para darle aire playero y un descanso a esos ojos carenciados de arena y mar. San Andrés es una islita alejada del continente y que por momentos, si uno no supiese muy bien dónde está parado, diría que está en Jamaica, puesto que la suma de rastas entonando melodías del viejo Marley es abismal (también su desfachatez de cobrar a cambio de escuchar 3 temas en una guitarra desafinada emulando a Bob). Debido al intenso calor, optamos por comprar algunas frutas para comer y evitar así caer en una descompostura estomacal fomentada por una insolación rigurosa y una fritanga despiadada. En el mercadito local, el muchacho que guarda los alimentos en las bolsitas (de notorios rasgos caribeños) me daba un poco de charla antes de partir al famoso “Mar de los siete colores” (llegué a contar 5, me deben 2).
LOCAL: Oye argentino, de que equipo eres, ¿del River o del Boca?
MEMIN: De uno que está por irse a la B llamado San Lorenzo…
LOCAL: ¡Ahh si, se está por ir junto con Tigre, quien a su vez puede salir campeón al mismo tiempo!
MEMIN (con expresión de que el contexto de palmeras y plátanos no coincidía con el de bombos y bengalas): ¿¿Y vos cómo sabés??
LOCAL: Viví una época en Argentina y ¡¡SOY AMIGO DEL POLLO VIGNOLO!!
La globalización no me sorprende, lo bizarro tampoco. (BPD = 1)
Isla San Andrés, Colombia. Sábado 23. 17:30 hr.
Un día de playa hermoso encriptaba recuerdos imborrables en mi mente. Un mar de múltiples pigmentos, me abrazaba serenamente con ganas de no dejarme salir. El atardecer ya estaba asentado y el sol, se movía sigilosa y tranquilamente como los muchachos de la parada de taxi empujando sus vehículos. Con la vista perdida en el infinito y la tranquilidad del entorno, pensaba que estaba atravesando una crisis de creatividad de escritor. Todos padecen de una, en algún punto de sus existencias. Yo no lograba conciliar una idea inspiradora y eso me daba la pauta de que, definitivamente el continente Sudamericano (en su totalidad) no me iluminaba…en absoluto. Quizás porque es de donde vengo, o tal vez porque es poco exótico comparado con los parámetros entre los cuales uno se vino moviendo ultimamente. Sea lo que sea, la musa se había ido con el tomate para formar una linda pizza napolitana en algún lugar lejano (con mucho ajo). Justo cuando me daba por vencido y tiraba la toalla del bosquejo creativo, me surgió la idea para escribir esta crónica que USTED se encuentra leyendo en este momento… (BPH = 1)
Volvía caminando a orillas del mar, pasando de no tener una idea concreta a estar desarrollando un boceto mental; rememorando el ochentoso juego de mesa “Bucanero”. El ingenioso desarrollo de Top Toys tenía una especie de comodín en su tablero, que al caer en éste, mediante el arrojo de un dado, uno era beneficiado con un feliz “Viento Favorable”. El tan anhelado “Vientito buena onda” era ese que te impulsaría hacia un buen puerto o un mejor pasar. Con una sonrisa en mi rostro, me barrileteaba el vendaval a favor sabiendo que ésta vez, nada malo podía suceder. Casi por arte de magia, un altar surgió del éter en medio de la blanca arena. Decorado con flores regionales y unos tules, la ceremonia religiosa, estaba sentenciada. Una parejita de tortolitos llegó al ratito, para dar comienzo a una sagrada unión en matrimonio. Como otros transeúntes playeros, me detuve a presenciar el emotivo encuentro, entre chicos con salvavidas de patitos, un morochón con Speedo, antiparras y snorkel, como así también, los siempre presentes turistas «All Inclusive» totalmente borrachos (¡que la barra libre no se cierre jamás!). El maestro de ceremonias, un joven cura, sin dar aviso levantó una BIBLIA en una mano y con la otra, elevó un CORAL invocando a… quien sabe a quién (¿Nemo?). Parecería ser que en el Caribe, la unión de dos personas es algo así como la conjunción de un fósil (muy romántico y autóctono). Sin oportunidad de sorprenderme o reflexionar sobre el factor de que era el segundo suceso bizarro en una hora, el cura invitó a los turistas presentes a participar del arrojo del ramo por parte de la novia. Tratando de disimular mi pico BBB, la miré a mi partenaire en busca de complicidad, pero ante mi lentitud, ella ya estaba saltando metro y medio en el aire cual Magic Johnson bloqueándole un ataque a Larry Bird (¿me estará tratando de decir algo?). Irónicamente, el ramo lo agarró una ebria turista norteamericana (¡zafamos!) demostrando que, ante la desesperación de una mujer soltera pasados los 35 años en búsqueda de un marido, no hay estado físico deplorable o desmesurada ingesta etílica que se interponga. (BPH = 2)
Isla San Andrés, Colombia. Mismo día. 21:30 hr.
Una cálida noche era el escenario indicado para una agradable cena. Una mesita acogedora en el paseo costero de esa bella isla, daba pie a la degustación de manjares y cóckteles locales. Las mesas en la vereda hacen que los peatones circulen al lado de donde uno está sentado, generándose interferencias de diálogos ajenos en espacios públicos y la necesidad de elevar el tono de voz cada vez más, para que te pueda escuchar tu acompañante. Sin previo aviso, un hombre rastafari, cuyos pantalones tenían la costura totalmente desgarrada desde la cremallera hasta el culo, mostraba alegremente sus testículos que le colgaban en forma de campanario. A solo metros de mi plato, el morocho con las bolas al aire comenzó a escupir en el piso y acto seguido, sacó un billete de 1000 pesos colombianos de su bolsillo (ese no necesitaba costurero) para dedicarle un poema. Sosteniendo su deuda con el Estado bien en alto, cargado de pasión, no dejaba de decirle cosas lindas (y algunas subidas de tono) a ese Jorge Eliécer Gaitán que, a esa altura, no debía dejar de retorcerse en su tumba (qepd). De golpe, apareció el mozo con cara de perrito mojado y de la nada me dice: “Disculpenme, ¿pero ya vino mi jefe a hablar con ustedes?” – No, ¿Por qué? ¿Hiciste una cagada? Le digo que sos un fenómeno, quedate tranquilo- “No, no les puedo contar, pero no importa”. Así como apareció con su suspicacia, desapareció con su enigma dejando una nueva marca arcana, mientras el trovador de los huevos de oro (un modo considerado de decirlo, puesto que por el olor a mugre que tenía, dudo mucho que tuviese higienizado sus genitales) seguía generando rimas cada vez más fuertes y apasionadas. Fue en ese santiamén, donde me daba cuenta de que acababa de romper mi propia regla o récord citado al inicio de este texto que USTED sigue leyendo (si llegó hasta acá es porque le está gustando). En un mismo MINUTO habían sucedido simultáneamente, dos eventos bizarros y el hecho de darme cuenta de los mismos y así reconocer en el instante de que estaba contradiciendo lo que había citado previamente era en sí, OTRO evento desopilante (sería paradójico como Maru Botana comprando un pollo de rostisería). Desatinos, pensamientos que durante su nacimiento, entran en la pubertad haciendo que su acné cambie de color en un abrir y cerrar de ojos. Lo que tarda una idea en tomar morfología, es lo mismo que tarda en mutar (BPM = 3). Dato: Nunca supe finalmente que era lo que me quería decir el supervisor del maitre.
Buenos Aires, Argentina. Viernes 29. 16:10 hr.
Hacía mucho que no iba al cine y me dispuse a hacerlo en un horario poco habitual. Tomé asiento en una cómoda butaca, se apagaron las luces y me dispuse a ver los avances de futuros éxitos de taquilla. Una señora ubicada a tres filas, se paró y tanteando a ciegas en la oscuridad, se me acercó y me preguntó: “Disculpame… ¿qué película vamos a ver?” (BPD = 1)
La totalidad de eventos fuera de lo común, suman una cantidad de 15 a lo largo de un mes de 30. De esta manera el BPME = 15 arroja unas estadísticas contundentes, que establecen la manifestación de un acto paranormal cada 2 días. Desde un punto de vista demencial, tengo mejor promedio de efectividad que Marco van Basten y sin embargo, los únicos “Balones de Oro” que tuve más cerca, fueron los del juglar del billete y sus cascabeles colgantes (injusticias anormales). El puntapié estadístico, toma como comienzo este junio desenfrenado, que así arrancó y vaya uno a saber cómo puede continuar en años venideros (el efecto bola de nieve puede ser devastador). Los números no mienten, el catastro no se mancha, el censo está contando.
BONUS TRACK:
Buenos Aires, Argentina. Domingo 1 de julio. 13:00 hr.
Todo comienzo debe tener su fin. Si bien el recuento de eventos tomó como tiempo muestral e inicio del trabajo de campo e investigación, el mes de junio del 2012, no se pudo marginar el hecho demarcado a horitas pasadas del cierre del empadronamiento absurdo. Sentía que el desenlace aún no había acontecido. Todavía quedaba ese último round para darle cierre definitivo (esperemos) a esa etapa magra que nos tocó padecer a algunos, como seguidores de una pasión. Un familiar político mío es un ex barra brava devenido en representante y caza talentos de futbolistas africanos descubiertos en estaciones de ferrocarril de Capital federal (según los americanos: RCTFADEFCF). Por este motivo, se codea con destacados contactos de la escena futbolística que abarcan desde, el Checho Batista hasta el vendedor de garrapiñadas de la cancha (es un tipo muy sociable). En ese abanico de copartícipes ilustres, se distingue el infaltable amigo policía (el contacto). El aliado en cuestión, tenía la misión de augurar por la seguridad e integridad de nada más y nada menos que uno de los partidos más significativos de San Lorenzo: La promoción por permanencia en primera división frente a Insitituto de Córdoba. Las localidades estaban agotadas y mi deseo de ingresar al “Nuevo Gasómetro” era elevado por lo que una comunicación con el “poli” me depositó en una zona estratégica del predio a su espera, para poder hacerme ingresar. Por mi cabeza corrían miles de sensaciones, de éxitos y alegrías junto al club de mis amores, de desgracias y frustraciones, como la etapa que estábamos acompañando todos los “cuervos” en ese exacto momento. No me entraba en el marote cómo habíamos llegado a esa situación de estar peleando un descenso de categoría, como tampoco podía entender cómo mierda íbamos a reconocernos, ya que yo estaba buscando a UN agente entre 1500 del operativo y EL estaba a la pesca de UN hincha del ciclón entre 40.000 (poca originalidad de vestimenta por ambas partes). Finalmente, luego de saludar a un comisario equivocado (es que son todos parecidos) pude dar con mi nuevo amigo, para que con chaleco de la PFA mediante, se me permita ingresar al recinto deportivo. Puse visaje de serio, como tenía entendido, hacen los efectivos de la ley y a paso firme, comencé a atravesar puestos de control disfrazado de polizonte. No me pude ver al espejo con la vestimenta azul (¡que botón!) pero dentro de mi amplia imaginación, me sentía Mel Gibson en Arma Mortal, inmerso en un operativo para desbaratar una banda de choripaneros paraguayos. El ingreso fue un éxito. Luego de retornar el uniforme (♪♫ devolvé la gorra… devolvémela…♪♫) me senté en la platea, confraternicé con los hinchas de alrededor mío, me abracé con un completo desconocido durante el festejo del gol de Néstor Ortigoza y finalmente, me saqué una selfie con la gente que estaba posicionada delante mío y que para esa altura, me habían integrado como si fuese uno más del grupo familiar. San Lorenzo zafó. No nos fuimos a la B. Con más ganas que fútbol, sentí el alivio de poder cerrar un trecho.
Me saqué un pez del culo en México, solo para después, firmar un documento y renunciar a exigir alimento en Perú, que me llevó a sumarme al festejo del Día Nacional del Skate Bolivariano en Colombia y terminar entrando a un estadio, disfrazado de policía en el Bajo Flores. Un mes de mi vida. Un mes más.