La rutina de una manera u otra siempre está. Desplazarse para ir a laburar todos los días tiene su proceso tedioso. Doblar en la misma esquina, ver el mismo kiosco de diarios en la misma cuadra y un poco más allá, la verdulería con ese escudo de Boca colgado en el fondo. La misma plaza, con esa misma señora paseando ese perrito de departamento con acento francés junto al mismo árbol, ese que sirve para dar sombra en verano. Un día más y vuelta a empezar otra vez. Y el siguiente. Y el siguiente. Lo mismo me pasa a mi desde mi bizarra existencia. Este mes me tocó hacer como cinco veces el mismo vuelo. Y en el mismo momento, en ese exacto punto perdido de Irán, giro la cabeza accidentalmente y siempre veo el mismo volcán. ¡El mismo! Me pregunto cómo se llama. Vaya uno a saber. Ni idea. Listo, le pongo nombre: Felipe.
¡Ahí pasó Felipe una vez más, en una hora estoy en casa!