Abstrayéndome de mis pensamientos, subí a mi jeep y continué mi trayecto hasta ese exacto lugar que le dio el primer nombre a la isla: “Te Pito” (no voy a hacer ningún chiste al respecto). No sabía...
«Si no te tomas un cortado en un café con piernas, no estuviste en Santiago». Aclaro, que luego de caminar turbias galerías trasandinas, pude terminar pidiéndome una lágrima a las cinco de la tarde...