Hay días y días. Unos comunes y otros distintos. Caminé hasta el Rio Bagmati en Katmandú y me senté en una de sus orillas. Cuerpos sin vida de familiares y seres queridos eran lavados en el mismo. Adornados con flores anaranjadas y ofrendas, mediante un ritual milenario, eran depositados sobre pilotes de madera. Un último adiós. Una despedida. El fuego ardía y con este, un testimonio final del paso carnal por este mundo. Hasta la próxima reencarnación amigo. Las cenizas liberadas en el caudal determinaban la emancipación de cualquier pecado cometido. Liberación. El suave movimiento de un agua de dudoso color. Fluir. Volver a la esencia misma. Adiós. Hoy tuve un día distinto. Presencié una cremación en Nepal.
¡Namaste!