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Chévere

Gente con calidez difícil de encontrar en otra parte del continente Sudamericano. El café más delicioso que he probado. Un elevado porcentaje de freaks, hippies, rastafaris, bohemios y loquitos que hablan solos y se pelean con un árbol. Pioneros de Derechos Humanos. Mujeres con caderas exuberantes (tenías razón Shakira, «Hips don’t lie»). Colectiveros demenciales. Calidad de graffitis urbanos. Un nuevo camino transitado (queda pendiente el asado con el Pibe Valderrama para la próxima).

La traza urbana de Bogotá es diferente. Está numerada, pero tanto las calles paralelas como las perpendiculares, tienen los mismos números. Se diferencian, puesto que unas son «calles» y las otras son «carreras». A esto se le suma la incorporación de letras, por ejemplo, uno puede estar en la calle 12 C (que viene después de la 12 B y antes de la 12 D). Para rematarla, se le agrega el término «BIS», teniendo ahora una calle llamada: 12BIS C (y yo que pensaba que La Plata era complicada por sus diagonales). Moverte en la capital colombiana es lo más parecido a jugar una Batalla Naval Urbana (¡hundido!) y por esta razón, debe ser que cuentan con los colectivos más largos que vi en mi vida (te subís por delante y te bajas una cuadra más atrás). ¡Bogotá Bizarra!