Luego de haber asistido a los seis partidos de la albiceleste, me encontraba sin un mango y sin entrada para la final. Me llama un amigo árabe a quien le enseñé el significado de la palabra «cábala». Me dice que estuve presente siempre y que no podía faltar a la cita final, puesto que yo me había convertido en una «cábala propia» (mi presencia). «Nos subimos a un vuelo, vamos a Doha, aguantamos hasta que se acerque la hora del partido y cuando baje la reventa, yo las compro y me lo pagas dentro de uno o dos años o cuando quieras… ¡PERO TENES QUE ESTAR!»
OK dije, consternado y sin salir del asombro de sus palabras: ¡Me convenció!
45 min de vuelo más tarde.
9:00: Fuimos a la oficina de la FIFA y nos sacaron cagando.
10:00: Me hice amigo de un par de barras bravas.
11:00: Vamos al hotel dónde se alojaban dirigentes de AFA para ver si rasqueteabamos algo. Nada.
12:00: Me lo cruzo al cabezón Ruggeri y sentí que era un presagio, una señal… encontrarte a un campeón del 86′ en la antesala de la final de un mundial… ¡Si, era una señal!
13:00: La reventa no baja y sigue en 3000 usd por ticket. Me empiezo a poner nervioso.
14:00: Nos vamos al estadio para aguantar hasta el final esperando que baje la reventa.
15:00: Hay tres millones de personitas con camisetas de Argentina y sin tickets, saturando el metro, las calles, los baños públicos… ¡básicamente todo!
16:00: La reventa no afloja. Estoy muy nervioso.
16:30: Empiezo a visualizar a Messi levantando la copa. Siento su felicidad. Siento mi felicidad cantando y bailando dentro del estadio. Lo envío al Universo. Cambio el enfoque, me olvido y me pongo a pensar en el estreno de Avatar.
16:35: La policía comienza a desalojar a todos los que estén en las inmediaciones sin entrada. Nos escondemos detrás de una maceta en un costado.
17:00: La reventa no afloja, solo bajó a 2500 usd y para no seguir más alterado, me pongo a cantar la canción del mundial.
17:25: Mi amigo no aguanta más y empieza a comprar entradas en la reventa de Internet. Va adquiriendo de a una porque si sacas más, se cuelga todo.
17:27: Consigue una sola y trata de comprar otra, sin suerte.
17:30: Aparece una chica y un muchacho desde el otro lado de la maceta (donde estábamos escondidos) y nos preguntan si tenemos tickets. Les digo que no vendemos, que solo queremos ingresar. La chica me dice «tenemos entradas de más y no quiero venderlas, solo regalartelas con el único fin de que disfrutes del partido».
Yo: ¡¿Me estás jodiendo?!?
Ella: Nos las obsequiaron a nosotros y como no queremos «cortar la cadena de favores», corresponde regalarlas también…
Yo: Me vas a hacer llorar (mi mujer a esa altura ya estaba llorando).
Ella: ¡Vamos a entrar! ¡Faltan 30 minutos, rápido!
La ley de atracción funciona. Soy el puto ejemplo. Visualizar sintiendo el efecto de ya haber recibido el deseo. Vivir la felicidad de que ya sea tuyo. Grité un gol con la mente y me emocioné al imaginar a Messi con su copa emulando a Diego. Me elevó la frecuencia. Me sentí feliz por dentro. Luego, dejarlo ir. Soltarlo al Universo para que haga lo que se le cante las pelotas. No condicionar. No ponerse ansioso. Alejar los pensamientos negativos. Esa es la parte difícil. La ansiedad. Cuando logras ordenar todo eso… es cuando la magia sucede.
Mi magia vino en forma material de dos seres de luz. Ella bajo el nombre de Cintia y el, llamado Ezequiel. Dos almas anónimas que conspiraron con mi manifestación. Esa que parecía imposible. Esa que ante los ojos de cualquier mortal, parece inalcanzable.
Ese día que entré gratis a la final del mundial y vi salir campeón a la Argentina.
Gracias Universo (viejo y peludo nomás).