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En las Alturas

Las pasarelas montadas sobre las copas de los árboles, tendrían aproximadamente unos 50 centímetros de ancho y los sabios arbolitos, rondaban los 25 metros promedio, por lo que había momentos (o casi todos) que había que abrazarse al tronco hasta que te toque el turno de tirarte nuevamente. Mas allá de estar atado, la sensación de que no se vea el suelo y que cuando soplaba el viento se te movían hasta las pestañas no era nada agradable (ni hablar de querer ir al baño). Aguantarse el pichín, juntar coraje y ¡adelante!