La felicidad por haber alcanzado el país número 85 y estar un pasito más cerca de mi objetivo de vida, era insostenible y no podía desdibujar una sonrisa de satisfacción de mi rostro. Me sentía imparable, como si le hubiese afanado el escudo al Capitán América. Caminé solo una cuadra y en sentido contrario venia una mujer de unos 35 años aproximadamente. Su talante y vestimenta denotaban que era, claramente de origen estadounidense. Ensalzaba un chalequito de polar sin mangas marca Patagonia junto a un pañuelo tipo bandana en la frente y una actitud de alegría hiperactiva característica de cualquier presentador de sorteo de lotería. Sin habernos cruzado jamás, me miró directamente a los ojos y a puro grito exclamó: “DECIME ALGO, ¿VOS ACASO SOS FELIZ? Descolocado ante el exabrupto (aclaro una vez más que nunca la había visto antes) solo atiné a responderle “CLARO QUE SI” (también a los gritos). Me guiñó el ojo, me levantó un pulgar y siguió. Nunca más la volví a ver.
¿Tanto se nota?