• MENU
  • MENU

Momentos Imborrables (tanto amor)

Hay cosas, momentos o situaciones que quedan grabados para siempre. Generalmente son los que no cuentan con planificación alguna y que simplemente se montan sobre la ola de la imprevisibilidad. Esos son los mejores. Siempre. Había llegado hace 2 semanas de Argentina. En mi efímero paso vacacional por el Atlántico Sur, me hice una escapada hasta Mendoza para visitar a un amigo de toda la vida. Fueron días de mucho frenesí de un lado a otro. Los gajes del oficio del viajero crónico son así. En movimiento, siempre en movimiento. Un asado, un rico vinito blanco, cargar las tablas de snowboard y meterle pata hasta Las Leñas para surfear montañas nevadas. En todo ese trajín voraz, manejando hacia el sur de la provincia más linda, escuchando música por más de 6 horas en el estéreo del auto, di con la discografía de la banda MASSACRE. Hacia tanto que no los escuchaba. Aquellas canciones que transportan a ese momento preciso de tu historia, arrastrándote a los recuerdos de ese instante de un trámite terrenal. La música es mágica. Me paseé por la Cordillera de Los Andes, Mar del Plata y Buenos Aires, en tan solo 9 días, retornando a Dubai para dormir para el culo y meterle dos semanas de intenso laburo (por el cambio horario estuve 48 horas sin poder pegar un ojo, incluyendo una jornada laboral en el medio en la que mis compañeros pensaban que en cualquier momento me desmayaba). Casi sin pestañear, me estaba embarcando en esa nueva aventura hacia las tierras del “Líder Supremo”. En movimiento, siempre en movimiento. 8 horas de vuelo a Beijing, dormir una noche ahí, por la mañana subirme a un tren de 15 horas hasta la frontera con Corea del Norte. Bajarse. Chequear papeles y que te investiguen hasta el número de calzado. 3 horas más tarde, subirme a otro tren de 6 horas hasta Pyongyang. Listo, llegué. No doy más. El primer día de excursión, los guías formalmente aprobados por el gobierno me pasearon de acá para allá. En un momento me dieron un rato de paz y tranquilidad. Dejaron de perseguirme, prohibirme sacar fotos o decirme que mis preguntas estaban fuera de lugar. Fue un minuto donde estaba tranquilo. Caminé hacia un costado de la plaza principal, allí donde el día anterior había sido celebrada su independencia con un mega desfile militar salido de otro planeta. Ahora estaba desierta. Hacia solo 24 horas se paseaban misiles nucleares, 500.000 militares al unísono y sus miles de tanques armados hasta los dientes. Mucho poderío ante los líderes del mundo. Hoy, un gran vacío. Ahí me puse los auriculares y apreté “play”. No me acordaba ni que música tenía en el “walkman”. Arrancó un tema aleatorio del Massacre. Dentro de todo ese entorno de ultra hermetismo y una imponente magnificencia, escuché una estrofa que decía: “No les entraba en el corazón, no les entraba tanto amor”. Me reí solo. Me reí mucho. Nunca un segundo de melodía me transporto de un rincón a otro del planeta con semejante fuerza. Nunca el sentir bizarro fue tan fuerte. Late.

“Se reían de fruta y eran de mentol” (gracias Wallas)