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No vale copiarse

Parece mentira. Cómo pasan los años y cómo pasan muchas cosas en el medio. Recuerdo hace mucho, mucho tiempo un examen de una materia de la facu. Estaba seguro que me iban a preguntar para desarrollar y elaborar sobre el bloque de países de la ex Unión Soviética conocidos como los “TAN”. Todas aquellas naciones que terminan con esas letras resultaban seriamente muy difíciles de memorizar. Su difícil pronunciación sumado al raro apelativo de sus capitales y mi incapacidad de retención de cualquier cosa, lo convertían en una tarea casi épica. Me las machetié. Un diminuto papelito encolumnado tenía el país de un lado y su ciudad principal del otro. Uno decía TAJIKISTAN y al lado DUSHANBE. Hoy todo cambió. ¿Tomo pastillas para la memoria? ¿La meditación ayuda? ¿Estoy rejuveneciendo? ¿Bebo la misma agua que Cris Morena? NO. En realidad, siempre fui una persona netamente práctica. La teoría me aburre y sospecho que un ligero principio de dislexia tuvo su cuota de culpabilidad (aún no comprobado). El “aprender viviendo” siempre me sedujo. Recuerdo cada calle, cada aroma, cada color y cada anécdota que viví ese día en ese remoto rincón del planeta. Salir del apunte para introducirte en la aventura sin fin. Así, hoy con facilidad recuerdo que Ashgabat es la capital de Turkmenistán, ya que allí fui a su famoso cráter conocido como “La Puerta del Infierno”. ¿Cómo olvidarme de Astana, la capital de Khazakhstán? Allí donde fui a nadar a una playa artificial con arena importada de las Islas Maldivas dentro de un shopping, con una sensación térmica afuera de -28 grados centígrados. ¿Y Baku, la capital de Azerbaiján, con esas torres con forma de llamas que de noche se iluminan como si fuesen fuego, haciéndolas visibles desde kilómetros a la redonda? Lo sé porque así fue como pude ubicarme y volver caminando hasta mi hotel.

Hoy no me olvido de nada. Mucho menos de mi país visitado número 126, ya que llegué de pedo, rebotando de un avión a otro hasta poder embocar uno con espacio que me permitiese retornar a mi casa.

Hoy evoqué ese machetito de hace más de 20 años atrás. Ese que me salvó las papas. Ese que ya no me hace falta. ¡Cómo olvidarme de Tajikistan!

Rompé el puto marco teórico de una vez.