Alguna vez me preguntaron qué ventajas tenía viajar en barco por sobre el avión. La vía aérea hace que uno obligatoriamente tenga como punto de entrada a un país, su capital. Visitar grandes centros urbanos, en estos casos, se presenta más como una obligación que como una elección. Pero el desplazamiento por vía marítima tiene una magia diferente. Uno puede ingresar a una nueva nación a través de un pueblito inexistente. Uno de esos asentamientos que de otra manera, nunca pero nunca, se cruzarían por tu camino. Es primavera en Suecia y a pesar de estar soleado y con una térmica de 5 grados, se largó a nevar de a ratos. Aquí, en un simpático pueblito llamado Nynashamn perdido en algún recoveco escandinavo.