Una vez en la base y luego de arrastrarme, como pude, fuera de la barriga de la prima con elefantismo de la Tango Nro. 5, abrí los ojos y fui invadido por la magnificencia de este imponente desierto que me abrigaba, por mis cuatro puntos cardinales; junto a ese sol de mediodía que no dejaba de recordarme que EL era el más importante en ese desolado cuadro.