Descubrí una parte del mundo nueva. Un pueblo llamado Kurdo en un país conocido como Irak. Una religión llamada “Yezidi” de la que jamás había oído hablar y su centro de congregación más importante conocido como “Lalish”. Un compendio de cuevas que se deben transitar en cuclillas por partes, descalzo y entre penumbras. Vertientes de agua natural que brotan desde las paredes crean un efecto sonoro maravilloso. Mucha oscuridad que dificulta el avance. Al final de la última caverna, un sabio aguarda pacientemente entre plegarias y meditaciones. Sólo se lo interrumpe para pedirle una oración en tu honor, si éste lo considera oportuno. La misma se consuma al encender con fuego un hilo untado en aceite que expande el rezo por sobre el inquisidor de dicho pedido.
Ilumíname maestro. ¡Arde mi plegaria!