Una vez, hace mucho, en algún lugar me topé con una feria de colectividades. Entre decenas de stands con ofertas gastronómicas de las más variadas, me llamó la atención un puestito que vendía comida UZBEKISTANA. Me pareció tan exótico que decidí probar su plato mas tradicional; Plov. Me llevé una decepción. El clásico arroz basmati con especias, zanahorias y cordero estaba recalentado y no tenía gusto a nada. Sabía que algún día tendría segunda vuelta, solo debía esperar. Por suerte lo hice. Pasaron años y la revancha fue magnifica. Ahora sí. Probarlo ahí, junto a la olla popular en el lugar donde fue creado por un cocinero que básicamente se crió dentro de esa cocina. Delicioso. Degustaba bocado tras bocado y me daba cuenta de que era lo más parecido a escuchar un cover y luego ver a la banda original en vivo. Incomparable.
¡Brindo por las segundas oportunidades!
(provecho)