Hay cosas que uno se agenda para hacer al menos una vez antes de morir. Yo siempre quise volar en helicóptero. El primer recuerdo, o mejor dicho, lo más cercano, fue allá lejos por la década del 80’. Con una fichita, el helicóptero del “SACOA” te hacía sentir por un ratito en el aire. Sonidos mecánicos, muchos gritos infantiles desbordantes y el rumor de que allí, la juventud caía indefectiblemente en la droga. “Nunca bajes al Sacoa que te ofrecen pastillas”, recitaban las abuelas. Muchos años más tarde pude realizar mi deseo. En un sitio muy diferente al sótano del monopolio de los juegos electrónicos de la peatonal marplatense. En un punto del globo un poquito más distinto. En Seychelles. ¡Gracias Universo!