El viento soplaba a mis espaldas. Casi que no hacía falta remar. El lago se abría más y más y no podía dejar de adentrarme. El problema fue cuando quise pegar la vuelta y la corriente me lo ponía cada vez más difícil. Mis brazos no daban más, pero a pesar de eso, abrí bien los ojos y contemplé el increíble lugar donde me encontraba. El suave ondeo del agua, el imponente cañón a mi alrededor y una conjunción con la naturaleza fascinante. Poco me importó todo lo demás. Los problemas pasan a un segundo plano cuando la felicidad los abruma. Soy testigo.