Nunca había estado en un lugar así antes. Una ciudad cortada al medio por dos países. Un territorio no reconocido por la ONU, perteneciente a Turquía por el Norte y hacia el sur, el resto corresponde a Chipre. Nicosia desde 1974 se convirtió en algo así como la Berlín de la posguerra. Como la media manzana de Sofovich pero con un lastre geopolítico un poquito más complejo. Vas caminando por una calle y de golpe una muralla. Doblás en otra cuadra y ahí, directamente, una garita con un militar. Así, a lo largo de toda la urbe. Ambos lados viven como si nada. Un restaurante junto a un cafecito y un taller infantil de cerámicas a pasitos de soldados de las Naciones Unidas, armados hasta los dientes. Es que estos son los que mantienen la paz, entre ambos bandos separados por una “zona neutral”. La vida continúa. La gente iba y venía. Una camarera me trajo un juguito de naranjas para amedrentar el intenso calor. Bebía y no podía creer donde estaba. Un check-point justo delante mío. Una realidad inimaginable para cualquier ser de otras latitudes…como yo… “la cuenta si sos tan amable, por favor”.
Hoy expandí mi masa encefálica un poquito más. Aprendizaje práctico lo llaman.