Luego de un movido viaje en 4×4, llegar a una aldea seminómada en las afueras de la ciudad, rodeados de una auténtica tribu local (que nos dio la bienvenida), nos instalamos en un acogedor sitio entre humildes chozas y raros árboles frutales para presenciar la ceremonia. Se trataba de un grupo de aproximadamente veinte personas que en estado de trance, se encontraban moviéndose sin cesar en forma epiléptica bajo ritmos de graves incandescentes y ojos totalmente rojos e idos de este planeta (juro que no estaba en una Creamfields).
Los tambores tribales, los cantos símil llanto de las mujeres y los hombres con pareos coloridos y polleras de paja, bailaban bajo un intenso calor africano que no dejaba de chorrear transpiración en cada rincón de esos morochones y corpulentos cuerpos danzantes. Entre paso y paso se revolvían por el piso, se tiraban extraños polvos colorados y amarillos a su cuerpo y filtraban baba por sus enfurecidas bocas que seguían el ritmo de sus pies.
Las expresiones en los rostros de los espectadores comenzaron a cambiar lentamente pasando del asombro al temor. De golpe, uno de los líderes de la ceremonia (con el cuerpo totalmente cubierto de un polvo amarillo y el rostro de otra coloración blancuzca) convivía con una de las expresiones macabras más impresionantes que vi en mi vida (el tipo caminaba entre la gente, totalmente drogado y el que no se corría, era tomado a la fuerza y hasta golpeado). Su único objetivo era agarrar una gallina que andaba caminando alegremente por el vecindario e introducírsela en la boca, mientras ésta no dejaba de aletear, arrancarle la cabeza con los dientes degollándola y refregándose la sangre que fluía diabólicamente de su pescuezo por sobre el torso de este Maximiliano Guerra de la hechicería, en una lluvia roja emanada de las entrañas del infierno (o de Chicken Little).
Fue en ese instante, en medio de la parálisis como consecuencia del susto que teníamos los presentes, que me cayó la ficha. Efectivamente me encontraba en una aldea tribal en medio del desierto, donde adoradores y practicantes del Voodoo estaban sacrificando animales vivos, rodeados de ritmos de tambores abrumadores, sangre, muerte, trance y vestimentas manchadas con horror en el corazón de TOGO. ¡REALMENTE estaba en AFRICA!